A mí,
Estrujame las sienes, agobiame el tímpano con zumbidos de
abejas y dejá que el vértigo me cristalice en la vereda de la casa del barrio donde
nos sentamos esa vez.
Vos,
No olvides que entrelazamos los dedos, para trepar por
las costras del árbol sin raíz y fue la alegoría del beso sin fin en la edad en
la cual los aguijones,
aún no picaban.
Nunca se olvida el primer contacto con la piel del ser amado, aunque el tiempo a lo mejor nos aleje de su lado.
ResponderEliminarbesos
Recuerdo feliz y para siempre. Muy bello. Un abrazo
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