viernes, 29 de abril de 2016

Rabia

¡Qué rabiosa me vuelven las bocinas!
Me acuesto en el piso de la cocina.
Aclaro el panorama,
me trepo por las cortinas,
aspiro el revoque del techo.
Me tomo cinco minutos,
para ningún té.
Posiblemente soporte todo.
Suspiro.
Pero murciélagos
NO. 

jueves, 28 de abril de 2016

Recalculando

En estos días retomé Rayuela desde el principio, después de comprender una serie de cuestiones, no sobre la novela en sí misma, sino sobre conceptos que la engloban. Por lo que debo decir que me retracto acerca de lo dicho acá hace un tiempo. Naturalmente uno crece, aprende y modifica sus perspectivas.
Rayuela no precisa un ser ampliamente culto, precisa un ser ampliamente abierto. Un lector dispuesto a dejarse llevar y olvidarse de los convencionalismos y lo preestablecido.
Y así, Rayuela es un gran SI.

La sed verdadera

Agua pálida el rugido del desierto. Los pasos del hombre salivando sediento. El hombre al borde de un decir en el silencio-arena. Ni por una vez quiere partir. Uno es siempre.
Y pálidos se vuelven los gestos, y las calles, y el oasis más que oasis es reflejo de la desesperación del hombre ese que atrapaba sentidos, y tenía lengua y tenia voz.
Pero iba muriendo, embebido en la opulencia, por la sed dimesional de sus nudos fervientes.
Qué es esto de no poder, tan siquiera, andar infeliz. 

Otredades

Corazón de grillo arrinconado, te derivás a esta casa, con estas paredes, estos muebles y azulejos que de vos, no dicen nada.
Un intermitente enigma resonante se encuentra con mis oídos. No puedo dormirme si estás ahí queriéndome contar vaya a saber qué cosa.
Creo que te voy sacar con la escoba, porque no te entiendo y me siento tan limitada. La violencia de las cerdas de plástico quizás te arañen la piel y te mueras, sin saber que deteste tu bullicio, pero al menos te escribí unas líneas.
Tendrías que ser sigiloso, pero no, cada cual es un poco como quiere, un poco como puede, y un poco como debe.
Por eso, distintivamente, una cosa es un corazón, otra un grillo, y otra un rincón. 

jueves, 7 de abril de 2016

Néctar

A mí,
Estrujame las sienes, agobiame el tímpano con zumbidos de abejas y dejá que el vértigo me cristalice en la vereda de la casa del barrio donde nos sentamos esa vez.
Vos,
No olvides que entrelazamos los dedos, para trepar por las costras del árbol sin raíz y fue la alegoría del beso sin fin en la edad en la cual los aguijones,
aún no picaban.

Pío

Los pájaros parecen vivir plenos en la ciudad . Qué tan bien se los ve volar, esquivando rascacielos, picoteando en las plazas, apareándose en los bordes de las fuentes, trazando atajos en el viento para encontrarse. Observando compasivos el sórdido paisaje que no los involucra. Están agradecidos. 
¿A dónde se alquilarán alas? Para jugar un rato y retratar el mundo desde la contemplación solemne que brinda la perspectiva de estar más allá.
De ser cierta la reencarnación, que el crédito karmático me alcance, en la próxima vuelta, para vivir en un gorrión