Meter los ruidos de la
ciudad en un frasco. Sellarlo al vacío.
Guardar el calor de la
ciudad en el bolsillo de la campera de la abuela. Que se lo devoren las polillas.
Invitar al humo de la ciudad
a merendar. Darle un té de boldo.
Llevar al psiquiatra los automóviles
de la ciudad. Que les receten psicotrópicos.
Conquistar a los intensos
peatones de la ciudad. Citarlos a una cena a la luz de las velas en el cerro
Uritorco. Dejarlos plantados.
Embalar los mosquitos de la
ciudad. Mudarlos al inframundo.
Anotar a los murciélagos de
la ciudad en un curso de superhéroes. Que se conviertan en Batman.
Al fin, mirar por la ventana
la ciudad apaciguada, tomar el mate y suspirar, de falso alivio.
Si quieres te acompaño y nos ponemos a ordenar la ciudad. Abrazos
ResponderEliminarUnos deseos hechos de poesía.
ResponderEliminarBesos.
a veces necesitamos que los deseos se puedan hacer realidad.
ResponderEliminarBesos
Que ideas tan interesantes.
ResponderEliminarHola recién veo tu blog, es muy bello lo que escribes, me gustó .
ResponderEliminarhttp://buscandotelibro.blogspot.com.ar/
http://pensamientosenelahora.blogspot.com.ar/
Gracias por tu tiempo, y sigamos compartiendo lo que amamos !
Kosmisch
Un exorcismo naturalista para la ciudad!
ResponderEliminarSería otra ciudad, otra cosa, incluso añorarías los murciélagos, que sin poder comer mosquitos se irían sin ser héroes de nada.
ResponderEliminarSaludos :)
Justito justito estaba escribiendo y pensando en Rosario.
ResponderEliminarQué alegría visitar lugares compartidos (aunque a veces nos den ganas de salir volando a los cerros cordobeses)
Un beso!!
Hola Julia,
ResponderEliminaracabo de descubrir tu blog y nunca he estado en Rosario (algún día visitaré Argentina), pero por ahora imagino que debe de ser entrañable si escribes así sobre ella, como todas las ciudades natales. Yo soy del Mediterráneo y a veces también embotellaría el ruido, limpiaría las calles y enjaularía a todas las malditas palomas, pero casualmente, cuando regreso de algún viaje, esas son las cosas que me hacen sentir en casa. Es inevitable.
Me ha encantado leerte.
Andi