Manipulo un SI, y la obsecuencia
trama proyecciones a su antojo, dejando el terreno apto para que el deseo se
desplace con vehemencia. Y continúo soñando hasta drenar en decepción la
soledad que no irrumpes.
En cambio, hay días en los que
manipulo un NO, y ya desintegro la posibilidad de imaginarte, porque comprendo
de antemano que no voy a despegar de este suelo, y me dedico apesadumbrada a
desvalijar la ilusión, con algunas lágrimas en los ojos, que ya no se cierran
para destinarse en tu búsqueda porque bien saben que al abrirse los senderos y
puentes se desploman, y una grieta proclama a través ese extraño idioma que tiene la naturaleza que nunca vas a estar.
Más, en el vaivén por estás
bifurcaciones, hay momentos que conectan ideas que me hacen morir un poco; en
el buen sentido de anestesiar sensiblería, en el mal sentido de la emoción sin
pulso. Pero la entidad no se desvanece, por estar amarrada a la invención de
recuerdos de los cuales no se prescindir, porque la falta de evocación lo
arrastraría todo al olvido: una llanura inocua e insípida, de reflejos
sombríos, vacíos e inmóviles. No lo haría.
Entonces, hago tripas corazón y
me propongo alimentar la ilusión, lo suficiente para que sobreviva la espera.
Sin exceso para que no me devore en el camino. (Que tediosa y agridulce esta
armonía).
La tibia luz de la espera.
ResponderEliminarEse mismo estado de animo lo pasamos en miles de ocasiones todos, aunque no siempre sabemos ponerle palabras.
ResponderEliminarBesos