Subiste. Con tu remera desteñida que aún dejaba adivinar la estampa de
Iron Maiden y la mirada disuelta, perdida. A pesar de las malas caras y
asquerosos gestos cómplices de lástima e indignación, ya estabas arriba.
Tanto es lo que hace que
hacés esto de ver caras tantas que ya ni reconocés la tuya propia. Porque
lo peor es ser negada: lo peor es ocupar un espacio y aun así volverse
invisible, emitir un sonido y volverse ruido, un ruido que se mezcla con tantos
otros en el colectivo. Y lo peor de lo peor es necesitar algo, claramente, sin
preámbulos, y que eso se trasfigure en un pedido. No, ella no pide, cómo quien
solicita una pastilla para la acidez. Ella necesita, necesita que le salvemos
la vida porque no puede sola (Y si, ¿acaso alguno de todos los que estábamos
ahí podría solo?)
Igual nosotros te ignoramos. Te volvimos parte del inventario
común del paisaje urbano, ya estabas cuando llegamos, y vas a seguir ahí cuando
nos vayamos (Te otorgamos la propiedad de un objeto, así de cruel pareciera).
Reflexiono en el momento en que te ubicás a mis espaldas, algo
estúpido y preconcebido: “la vida es dura a la medida soportable en cada uno, y
entonces, bueno, ya debe estar acostumbrada” ACOSTUMBRADA, qué horrible y cierto.
Ella debe andar anestesiada, evitando sentir y evitando pensar, para no
morirse, literalmente, de angustia, de incomprensión, de desamparo, en algún
margen insospechado de la historia.
No, vos no sos más fuerte que nadie, vas como un ente sedado
perdida de vos misma, y eras todo lo que tenías. Qué
desperdicio. El espejo que te construimos te
devuelve tanto repudio, que eso de reflejarte como una alteridad no hace más
que desarmarte. Entiendo, que no puedas porque no hay ya deseos ni nociones.
¿Acaso sabrás qué el amor es cierto? (Intento suponer que
respuesta le darías a esta cursi pregunta, pero me resultas tan impredecible
que limitás mi imaginación) ¿Qué me dirías? ¿Qué me contestarías en nombre de
los miles de otros como vos?
A lo tuyo le llaman “situación de calle” tal vez para evitar que
nombremos el horror de saberte desterrada. Alusión, para poder seguir y que no
choquen tan duro en el corazón lo que realmente son: exiliados de la vida. Como
si no fuera la única que hay.