Desenamorarse es como un desalojo progresivo.
Los espacios inmortales, los objetos indestructibles, entran en la rueda
temporal y se vuelven frágiles y vulnerables; el precio de volver
paulatinamente a la realidad.
En un comienzo no te das cuenta, hasta el canto
de los pájaros o el silbido de la pava lo dicen en idioma universal, pero estás ensordecida por la costumbre, y aún si oyeras, mejor negar.
Contemplaste la posibilidad de la ausencia con
tanto temor, que el mismísimo miedo te dibujo un paisaje unilateral, que vencido ya, declina sigiloso hacia la transparencia.
El desamor va desgarrando el cielorraso, y aunque
el polvito flota en el espacio, todavía de ese aire contaminado se puede respirar.
Te vas vaciando, te van faltando adornos, pero
ningún porta sahumerios es elemental, te llevan los asientos, y recurrís al
piso, desaparece el colchón e improvisas con varias frazadas, te vacían las
alacenas y parece no importar. Las incomodidades a las que nos amoldamos con tal
de evitar la soledad.
Hasta que un día te faltan las cortinas, y entra
una lucecita atardecida suficiente para delatarte. Lo que soslayabas se te
pianta como un muro inevitable.
Por la claridad podés ver esas manchas de
humedad que creías inexistentes a causa del olvido, las paredes descascaradas,
las telas de arañas, los rayones en el piso.
Tu casa se asemeja a algúna otra que sabías
reconocer tiempo atrás. Ya no es la de antes, porque ahora es la que había sido
antes de ese antes. Tu hogar hoy te parece una casa con unas puertas de madera
vetada, unas ventanas cuadradas, una mesada de mármol aburrida, una cama
desierta, una mesita ratona obsoleta, un perchero con carteras que jamás usas y
un espejo que ahora detestas.
Anochece y te desorientas. No hallas nada en
este espacio que no te sepa impersonal, sin embargo te sostiene el recuerdo
fugaz de cuando hace un tiempo te reíste de cara en aquel rincón y no había
nadie, o bailabas sin testigos, por hacerte feliz no más. Que difícil dar
nuevamente con uno, cuando antes todo era mitad y mitad. Es volver a entrar en
confianza con nuestra unidad esencial.
El espacio despojado ahora te invade, te suplica
que lo habites, lo actualices, y querés. Querés porque nadie va a querer por
vos. Querés porque es enteramente tuyo.
Y amanece.
No se podría explicar mejor, el desamor deja un vacío difícil de llenar. Abrazos
ResponderEliminarEl desamor deja un sabor amargo y un abismo en el alma que no siempre se lograr rellenar. Bellas palabras.
ResponderEliminarbesos
Me ha encantado, sencillamente EN-CAN-TA-DO.
ResponderEliminar¡Qué forma más bella de narrar algo tan terrible!
Mi aplauso y un beso grande.
;)
Una desoladora descripción. Y bien lograda.
ResponderEliminarSaludos.
Me gustaría leer tu blog más despacio.
ResponderEliminarBesos.
Has tocado mi fibra sensible.