Tengo una
concepción nostálgica hacia lo desconocido. Me pregunto, por qué y de qué memoria
se alimenta esto.
Cómo puedo
añorar la mano que jamás me tendiste, el beso que no me robaste, las calles que
nunca caminamos.
Las horas,
tanto cómo si alguna vez hubieses ocupado alguna con tu presencia.
Paso tiempo
rememorando un pasado inexistente, un ayer qué no se sitúa en ningún calendario,
y sin embargo, repercute en el hoy aunque no tenga calibradas tus caricias en
mi pelo, ni el tono de tu hablar en susurros.
Como si me
hubieran mutilado parte de una historia jamás contada, como si me hubieran
arrebatado las hojas del libro que nunca se escribió.
Tengo un
otoño desparramado por frágiles suposiciones, un otoño sin raíces. Algo como la absurda melancolía de un nene rememorando la vejez.
Pero siento
sobre todo el sinsabor de andar padeciendo, como un loco, el dolor aquel que
nunca punzó.