domingo, 17 de marzo de 2013

Gris

Hay un débil faro de zoológico atardecido trastocando a un elefante gris y a las manos de una solitaria transeúnte, que va pensando en que si el viento fuera de algún color, seguramente sería el tono de ese elefante, con suaves destellos celestes.
Por la calle pasa bailando un sombrero perdido. ¿Podrá tener razonamiento ese sombrero sin cabeza? Se estaciona cómodamente sobre un colchón de hojas, pero su destino se determina en la dentadura de un perro gris, como el elefante y como el viento.
Lo pasea con tal gracia, que sus ojos de can le permiten percibir una sutil reverencia que le regala la naturaleza tras su paso. Satisfecho por la adulación y cansado ya de morderlo, lo deja en un charco de agua estancada, turbia y gris, como el elefante, el viento y el pelaje del susodicho.
Un anciano de aspecto tranquilo y saludable lo ve, lo junta y lo sacude. Luego lo sostiene con una mano sobre su pecho y cruza silbando por el parque, para dirigirse quizá hacia alguna reunión. Y con una destacada elegancia se va desvaneciendo del foco de la escena, realzando a su paso los grisáceos recuerdos del color que detalló esta historia. 

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